Tener ídolos simplifica la elección de deseos. El modelo sirve de respuesta simple a la difícil pregunta de cómo te gustaría ser. Esta búsqueda de referentes a los que imitar ocurre desde pequeños. En mi caso, tenía 8 años cuando el Real Madrid fichó a Cristiano Ronaldo. Quería ser como él. Pronto me di cuenta de que el fútbol no es lo mío y, con los años, también me di cuenta de que no todo lo que hacía Cristiano era digno de imitación. Herbalife nunca patrocinará Aprendizaje Infinito.
Vemos una característica que nos gusta y generalizamos rápido, colocando a esa persona en un altar. Este fenómeno se conoce como efecto halo. No sólo me ocurrió con Cristiano. He elegido la mayoría de trabajos porque al frente estaba una persona que admiraba. La muestra es pequeña, pero es sorprendente que en la mayoría de casos, mis altas expectativas generadas en base a las apariencias, acabaron con una decepcionante realidad. Lo que se muestra no es lo que ocurre y lo que ocurre no es lo que se muestra. Aunque lo olvidamos con frecuencia, las apariencias son una aproximación (muy) edulcorada de la realidad.
No soy la excepción. Cuando alguien me escribe o cuando coincido con alguien en un evento y me dedica unas bonitas palabras sobre este proyecto, tengo sentimientos encontrados. Mi agradecimiento es infinito pero siento que estoy fomentando unas expectativas irreales. Estos textos son sólo la punta del iceberg, una punta del iceberg que yo elijo. La mayor parte del tiempo tengo ideas bastante mediocres pero quiero que sigas leyendo, por eso comparto sólo las mejores. Aunque no lo veas, la mayoría de palabras acaban fuera de estos textos. No sólo es lo que parece.
Ocurre también con tu influencer favorito de Instagram o tu pensador de cabecera de X. La gente comparte sus momentos álgidos, no quienes son la mayor parte del tiempo. Conocí a una persona que vendía cursos de relaciones personales y de gestión emocional. Tenía una relación de pareja bastante tóxica y era una persona dominada por su ira. ¡Adivina qué! De sus discusiones nunca subía stories. De las multitudes que contiene una persona, lo más probable es que alguna no te guste. Seguro que esa cara menos bonita no la pregona a los cuatro vientos. Yo lo he aprendido a base de dolorosas decepciones. Este es un recordatorio para no volver a caer en la misma piedra. Admira acciones y cualidades concretas. No tengas ídolos.
Newton, el hombre
En 1946, se celebraba el tercer centenario del nacimiento de Isaac Newton. El economista John Maynard Keynes, que iba a pronunciar una conferencia sobre el que quizás es el científico más grande de la historia, murió unos meses antes. Su hermano Geoffrey publicó el contenido de la conferencia.
10 años antes, Keynes había comprado en una subasta un baúl con documentos escritos por Newton. El contenido de esos papeles giraba en torno a la alquimia, una disciplina inesperada para «el primero de la edad de la razón». No fue pasatiempo de una tarde; allí había cientos de miles de palabras dedicadas a la magia. Así lo expresó el propio Keynes:
«Resulta casi imposible negar que es completamente magia y se halla completamente desprovisto de valor científico; y también resulta imposible no admitir que Newton dedicó años de trabajo a todo esto».
Quizás dedicar años de trabajo a la alquimia no te parece suficiente para bajar del pedestal al científico más grande de todos los tiempos. ¿Y si él mismo te dijera que pegó a su hermana y que amenazó a sus padres con quemarlos vivos? ¿Bajaría entonces del pedestal? Keynes quería comenzar su conferencia citando al novelista Aldous Huxley:
«Si desarrolláramos una raza de Isaac Newtons, eso no sería progreso. Pues el precio que Newton tuvo que pagar por ser un intelecto supremo fue que era incapaz de amistad, amor, paternidad y muchas otras cosas deseables. Como hombre fue un fracaso, como monstruo fue soberbio».
El pensamiento crítico es ser capaz de abrir un paquete de creencias y, con criterio, desechar aquellas que son defectuosas. Hay que navegar por los grises. Ni caer en el fanatismo, incapaz de encontrar fallos en la persona que admiras; ni caer en la misantropía, enfocado siempre en lo negativo de las personas que te rodean. Ninguna persona es perfecta, y si crees lo contrario es porque probablemente no la conoces lo suficiente.
«No soy una persona que tenga ídolos. Admiro lo que la gente puede hacer, no necesariamente quién hace qué». — Magnus Carlsen
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Sobre la división fundamental | Preguntando a los clásicos. Para acercarse al arte de vivir, Schopenhauer trazó una división fundamental: lo que uno es, lo que uno tiene y lo que uno representa. Lo importante es el ser, aunque las apariencias traten de engañarnos.
En los días que corren, cualquiera puede convertirse en ídolo de algunas masas, a las cuales impresiona por lo que muestra en sus perfiles, generando un imagen totalmente irreal e ilusoria de lo que es su vida, y creando unas expectativas totalmente distorsionadas a los que los idolatran. Esto dará lugar, ya lo está haciendo, a personas completamente alejadas del mundo real y extremadamente insatisfechas con lo que la vida, en general, es en realidad.
Para la inmensa mayoría, la vida no es levantarse a las 4 de la tarde cada día en un sitio paradisíaco diferente, con 1 coche de lujo en cada casa q tienes, ni al lado de la persona más artificialmente espectacular. Se ven jóvenes dando por hecho que van a ser el próximo Ibai, Llados y compañía, y la realidad de tener que hacer luego los deberes de Lengua les supera y les frustra.
La deficion de pensamiento crítico que aportas es brutal, y precisamente de eso, y otras aptitudes cruciales, adolecen la tran mayoría de las personas, nuevas generaciones y no tan nuevas.
Porque el pensar supone esfuerzo, ahí no basta la escucha pasiva que interesa que el pueblo tenga, y que al propio pueblo le es mucho más cómoda.
Y pensar de forma crítica, supone esfuerzo al cuadrado.
Es mucho más sencillo ser fanático de algo o alguien, y repetir o defender su discurso de arriba a abajo, que dedicar unos minutos a analizar lo que esa persona que admiramos defiende, dejando de lado su valor (por ejemplo deportivo).
Porque el pedestal entonces se puede resquebrajar, y la disonancia cognitiva de darse cuenta de que no estamos de acuerdo con nuestro ídolo, sería difícil de gestionar para muchos.
Muy bueno Sergio. Tal vez es porque mis ídolos me decepcionaron muy pronto y aprendí a defenderlos a pesar de sus errores, pero el caso es que tengo muy presente lo que cuentas. Sin fanatismo. Cuando todo va bien no son dioses, pero cuando fallan, no hay que quemarlos en la hoguera.
Lo primero, ¿cómo voy a pedir a alguien que sea perfecto, cuando yo no lo soy ni de lejos?
Nadie es un dios por jugar muy bien a fútbol o por ser un músico prodigioso. Ni siquiera por tener ideas que cambian la historia de la humanidad.
Estamos hablando de personas, con sus circunstancias, sus vivencias, sus traumas, sus debilidades. Creo que lo justo es disfrutar de aquello que hacen maravillosamente bien, y reivindicar eso. Para lo demás (juicios morales, etc) más nos vale mirarnos antes en el espejo.
Hay mucho hate, mucho hacer leña del árbol caído. A mí ni me va ni me viene, pero instintivamente en esos momentos me pongo siempre del lado del ídolo acabado.
No tiene que ser fácil ser una de estas personas. Nuestros ídolos no eligieron la vida que les tocó, y posiblemente tampoco estaban preparados para soportar la presión o para tomar mejores decisiones. Vivieron como pudieron, con unas circunstancias más extremas que las de la mayoría.