La ética no justifica tus actos, los guía. Tienes que ganarte la vida de algún modo pero no todo vale. Sin reflexión tu ética se amolda a tu profesión. Los incentivos mueven el mundo y tú te dedicas a encontrar justificaciones elaboradas. En la soledad de tus pensamientos intentarás escapar de la trampa. Aislado del mundanal ruido, definirás tu ideal de conducta. ¿Cómo debería actuar?, la pregunta que orienta tus acciones. Captura las respuestas y manténlas cerca, la travesía es larga y la memoria olvidadiza.
Admiro al general romano que lucha junto a sus soldados. El líder que predica con el ejemplo, está donde sus tropas más lo necesitan, en el campo de batalla. El que sería admirado por Julio César por conquistar África, el que salvaría al pueblo romano de Cartago, el que moriría desterrado por su propio pueblo: Publio Cornelio Escipión, probaría la amarga derrota siendo tan sólo un joven de 20 años. Aníbal, tras la epopeya de cruzar los Alpes con sus tropas, intentaba acabar con la República Romana en la propia Península Itálica. Cannae sería su batalla soñada. Cien mil romanos contra cuarenta mil cartagineses. A pesar de la clara desventaja numérica, Aníbal aplastaría al ejército latino gracias a una genialidad estratégica. Las legiones romanas supervivientes de la masacre estaban a punto de desertar. El joven Escipión cambiaría su destino:
— No hay lugar en este mundo lo suficientemente seguro y protegido para preservar a un traidor de Roma — continuó Publio—, pero es que además no puedo creer que vuestros corazones estén de verás considerando semejante sedición. ¿Quién de aquí no tiene amigos, familia, casa, hacienda en Roma? ¿Qué creéis que esperan vuestras familias y vuestros amigos de vosotros? ¿Queréis dejarlos solos ante Aníbal? Y sí, he dicho Aníbal. Veo vuestros rostros palidecer ante la sola mención de su nombre y me avergüenzo y escupo en el suelo. —Y detuvo sus palabras un segundo para subrayar su intención con el gesto mencionado; se aclaró la garganta y prosiguió a la misma velocidad, con mayor intensidad—. Los oficiales de Roma asustados por un nombre. Sí, puede que sea el mayor enemigo contra el que jamás hayamos luchado, quién sabe, puede que los dioses le hayan elegido como hacedor de nuestro desastre y conductor de nuestro fin, pero en lo que a mí respecta, mis familiares y mis amigos, mi casa y mi hacienda, saben qué esperar de mí. Yo partiré hacia Roma en unas horas, en cuanto puedan reorganizar los hombres y atender los heridos. Marcharé hacia Roma para luchar por esa Roma que Metelo os dice que está muerta. Yo lucharé hasta la última gota de mi sangre incluso por el solo recuerdo de lo que Roma fue un tiempo. Y no sólo eso. Aún os digo más.
Pero Publio se contuvo. Muy, muy despacio, se llevó la mano a la empuñadura de su espada. Dudó. Se lo pensó dos veces y, finalmente, decidió continuar. Prosiguió, mirando fijamente a los ojos a Mételo y al resto de los tribunos.
— Os digo además que aquel que se atreva a desertar recibirá de mi propia mano el justo castigo que la traición merece. Espero que mis palabras os hayan despertado de vuestra locura, pero no pienso detenerme a intentar convencer al que siga enajenado. Si alguien se niega a intentar volver a Roma, que lo diga, pero para cumplir su deseo antes tendrá que matarme. Y si hace falta que uno a uno me enfrente a todos, así será. Veremos entonces de lado de quién están los dioses.1
Uno debe estar dispuesto a asumir la responsabilidad sobre sus actos. No tires la piedra y escondas la mano. Si tienes el por qué claro, no dejes que el miedo te impida seguir tu ideal de conducta. Sé valiente: haz lo correcto sin importar las circunstancias. Si te preguntan, responde la verdad. Fuiste tú quien decidió emprender esta batalla. Si caes derrotado, no desertes; abraza la responsabilidad, asume las consecuencias.
Me pierdo con frecuencia en las líneas de Antifrágil. Las ideas éticas son el broche de oro para una obra que cambia tu forma de ver el mundo. Comparto en este párrafo algunas. Defiende tus palabras hasta las últimas consecuencias. No preguntes la opinión, fíjate en las acciones. Es imposible engañar a demasiada gente durante demasiado tiempo. Nunca confíes en las palabras de una persona que no es libre de hacer lo que promete. No traslades las consecuencias de tus acciones a los demás. Si temes a alguien es porque tiene poder sobre ti. La libertad es una cuestión de actitud.
“Siempre es difícil nacer. Usted lo sabe; el pájaro tiene que luchar por salir del cascarón. Reflexione otra vez y pregúntese: ¿fue tan difícil el camino? ¿Fue sólo difícil? ¿No fue también hermoso? ¿Hubiera usted conocido uno más hermoso y más fácil?”
- Demián, de Herman Hesse
¿Por qué elegir siempre el camino fácil? ¿Por qué cambiar de ideas y no intentar cambiar el mundo? Quizás sea la arrogancia de la juventud, no lo sé, pero aún es pronto para rendirse. Preparo las batallas que creo que merecen la pena. Lucho por las personas que quiero. La dificultad da sentido a las acciones, dotando de belleza a la vida. Escribía Máximo en su Honos: “La siesta es el derecho de quien se levanta cuando canta el gallo”. No hay mejor descanso que el del que sabe que todo lo ha dado en el campo.
El emperador Marco Aurelio - otro de esos líderes que predicaban con el ejemplo - recogió sus máximas de conducta en Meditaciones. “No malgastes más tiempo argumentando acerca de lo que debe ser un buen hombre. Trata de ser uno”. El filósofo emperador te recuerda lo importante: las palabras de poco sirven sin acciones que las respalden. Vivir de acuerdo a tus valores es el reto constante. Haz lo correcto. Haz lo difícil.
Sergio -.
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Extracto de Africanus, el primero de los tres libros de novela histórica alrededor de la vida de Publio Cornelio Escipión escrito por Santiago Posteguillo
Necesitamos más como tú, Sergio.
Muchas gracias Sergio.
Me he emocionado.
Doy a like, comparto y comento.
Es necesario ser honesto con uno mismo.
Brutalmente honesto.
A los cobardes se les acabarán los culpables.
Anoto todas las fuentes para estudiarlas.
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