Te conviertes en aquello a lo que das tu atención: hábitos, deseos, preocupaciones, expectativas o prejuicios. Las posibilidades son infinitas. El número de ideas que tu memoria de trabajo puede mantener en paralelo es limitado. Eres - ¡y sólo puedes ser! - un número finito de ideas a la vez. Toda decisión, también la de quién eres, implica renuncia. Es el coste de oportunidad: nada es gratis, como mínimo pagas el precio de su mejor alternativa.
Elijas lo que elijas, vas a dar demasiada importancia a unas pocas ideas. Decidas lo que decidas, te vas a equivocar. Lo más “racional” sería, con la información siempre imperfecta que tienes a tu disposición, calcular las probabilidades. Realizado el cálculo, tocaría dividir los recursos según el preciso resultado. Cuando una nueva experiencia se cruzara en tu camino, tendrías que incorporar la nueva información y redistribuir tu asignación siguiendo el Teorema de Bayes.
¡Qué abismo separa a la teoría de la vida real! Muchas decisiones vitales no van de probabilidades, van o todo o nada, de si te toca o no, de si sigues o te vas, de si estás dentro o estás fuera. No se puede vivir en base a probabilidades. Como titulaba María Blanco su última newsletter, La estadística no vale para todo.
Nada es tan importante para ti en este preciso instante como aquello en lo que estás pensando ahora. Para pensar tienes que enfocar tu atención, lo que empuja a tu mente a sobrevalorar la importancia de ese pensamiento. Esto no es relevante siempre que no olvides que los demás pueden estar pensando - y muy posiblemente estén pensando - en otra idea totalmente diferente. Aquello en lo que tu atención está enfrascada, en otras palabras, lo que es importante para ti, no le importa a la mayoría de personas.
En resumen: te conviertes en aquello a lo que das tu atención, dejas las alternativas por el camino, vas a estar equivocado porque en muchas decisiones vitales no puedes dividir los recursos en base a las probabilidades, y lo que piensas (lo que eres) no es tan importante como tú te crees. Creo que ya puedo introducir el concepto sobre el que quería escribir en la edición de hoy.
El martillo dorado
«Si todo lo que tienes es un martillo, todo te parecerá un clavo.»
— Abraham Maslow
Seguro que te ha pasado. Descubres una idea que soluciona un problema de lo más interesante, una idea que captura en un solo concepto aquello que llevabas tiempo intuyendo. La aplicas en otro problema y… ¡también funciona! La historia está muy bien contada. Te enamoras del concepto, de su simplicidad, de su belleza. Monopoliza tu atención, la secuestra. Te conviertes en la idea. Crees que su profundidad y su alcance son infinitos. Crees que sólo con ella puedes solucionar cualquier problema que se cruce en tu camino.
Me pasó con el estoicismo. Me pasó con la antifragilidad. En algún momento del proceso, olvidé que existían alternativas. En algún momento, me convertí en la idea, prestándole demasiada atención. Había cavado tan profundo en la trinchera que aunque tuviera la solución al lado, era incapaz de verla. Era un martillo y, se me cruzara un clavo o no, sentía la profunda necesidad de golpearlo.
Olvidé que, si hay que enamorarse de algo, es del problema. Olvidé que si hay que especializarse en algo, es en encontrar la solución. Este es el recordatorio para no volver a caer en el mismo error.
Sergio -.
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Gracias por leer Aprendizaje Infinito.
Así es, es difícil no caer en la tentación de la fe ciega ante la verdad revelada. Conocer las grandes ideas y aprovecharlas, sin convertirlas en dogma. De todas formas, siempre mejor saber que no saber, y Marco Aurelio o Taleb aportan reflexiones geniales y herramientas muy útiles para llevar en la mochila. Gracias de nuevo Sergio, lo realmente difícil y admirable es tener esa capacidad crítica y reflexiva que tienes, y llevarla al papel con tanto estilo.
Cielossss.....es verdad, mantener la mente bien abierta para dar solución al problema que puede tener mil y una opciones de arreglo, es el reto. A la mente no le gusta trabajar. Saludos mi querido Sergio, desde México. Gracias por la aportación de la semana.