– Quizá no sea una bestia…
– Quiero decir que, quizá somos solo nosotros.
El Señor de las Moscas narra la historia de una treintena de chicos en una isla desierta. Sin los frenos de la sociedad, los instintos toman las riendas. La misión de querer volver a casa une inicialmente al grupo. La jerarquía emerge para tomar decisiones de forma más eficiente. Jugando a ser adultos, votan sin apenas conocimiento, sin apenas alternativas; así eligen a su líder. Por los convincentes argumentos de la estatura, el atractivo, la edad y haber hecho sonar la caracola, Ralph es el elegido. Se forman pequeños grupos y se divide el trabajo. El humo aumenta las posibilidades de rescate. Mantener el fuego encendido es la tarea más importante.
Esa mañana, mientras los demás construyen refugios, el grupo encabezado por Jack mantiene la hoguera encendida. La estimulante aventura de cazar tienta a los niños con abandonar la aburrida obligación. La suerte, siempre caprichosa, llega sin avisar. Aparece un barco mientras los vigilantes del fuego están buscando jabalíes. La hoguera está apagada. La vuelta a casa tendrá que esperar.
Los cazadores vuelven al campamento con su primera víctima. Esa noche, con el festín de carne, cambia el equilibrio de poder. Ralph pierde credibilidad al no lograr que se cumplan las pocas reglas establecidas. Jack genera miedo y gana respeto al demostrar que puede atravesar la garganta de un jabalí.
Jack cuestiona en público al líder: «–¿Quién te has creído que eres? Ahí sentado… diciéndole a la gente lo que tiene que hacer. No sabes cazar, ni cantar». Ralph responde menospreciando a los cazadores: «son sólo niños armados con un palo». Jack no encaja bien el ataque a su nueva identidad y propone destituir a Ralph como jefe. Se hace el silencio.
Ante la indecisión de la mayoría, el líder de los cazadores decide abandonar el grupo. Jack se despide lanzando una invitación: «Si alguien quiere cazar conmigo, puede venir también». Ralph cree que el sentido común de mantener una hoguera para volver a casa derrotará al sinsentido de matar animales, pero Ralph se equivoca. La violencia derrota a la inteligencia. Muchos abandonan la aburrida tribu de los trabajos y las obligaciones para poder cazar. Divididos y sin una misión compartida, despiertan los instintos tribales más oscuros.
La caza refuerza los lazos del grupo. Los primeros intentos habían fracasado: ¿cómo unos jóvenes iban a matar con sus propias manos? Jack rompió el tabú al atravesar la primera garganta y la comilona ayudó a normalizar el acto. El segundo asesinato hasta se celebra. «¡Mata al jabalí! ¡Córtale el cuello! ¡Mata al jabalí! ¡Pártele el cráneo!». Los cánticos al unísono diluyen al individuo en el grupo. Las próximas víctimas no serán jabalíes.
«En los individuos, la locura es rara; pero en grupos, partidos, naciones y épocas, es la regla». — Friedrich Nietzsche
Hace unos meses escribimos un artículo sobre un libro que leímos que debate, entre otras cosas, que lo retratado en El Señor de las Moscas realmente se corresponda con la naturaleza humana. Lo cierto es que esa novela inspiró muchos estudios, como el de la prisión de Stanford, pero estos estudios luego se vieron que o bien habían sido manipulados o bien habían dejado fuera ciertos factores importantes. Hay una historia real que se parece al señor de las moscas en su premisa pero que se desarrolla de manera totalmente diferente, demostrando que en el mundo real a los niños/adolescentes no les da por establer dictaduras y tienen mucho más sentido común e ingenio de lo que nos creemos. Échale un ojo al artículo si te interesa el tema! https://permaprendices.substack.com/p/eso-es-un-poco-idealista Un abrazo!! 🥰 M.
Me ha encantado Sergio.
En mi penúltimo artículo tambien comento la novela "El señor de las Moscas", es muy potente y verdaderamente impactante, la Biblia del pesimista dicen...
https://hectortallonluengo.substack.com/p/el-senor-de-las-moscas