El gen trata de maximizar su número de copias. En su proceso de reproducción ocurren errores - mutaciones en el idioma de los genetistas -. La mayoría de variaciones empeoran el punto de partida y perecen en la competitiva lucha por los escasos recursos. Unos pocos cambios ofrecen una leve ventaja que determina el nuevo ganador. Uno de estos errores azarosos provocó en un simio la emergencia de la mente. Las capacidades cognitivas nos dieron la ventaja sobre el resto del reino animal y comenzamos a conquistar gran parte de la Tierra. Domamos el fuego y empezamos a cocinar los alimentos. Incrementó el valor energético ingerido y se redujo el coste de digerirlo. La energía se movilizó a esa cáscara de nuez que nos permite sentirnos reyes del espacio infinito. Aprendimos a domesticar animales y descubrimos cómo cultivar las plantas. El incremento de la productividad respecto a cazar y recolectar nos permitió ocupar nuestra inteligencia en nuevos problemas. Los grupos cada vez eran más grandes y floreció el intercambio. Las ideas empezaron a copular desenfrenadamente. Hoy, en la llamada economía del conocimiento, mucha gente vive única y exclusivamente de pensar.
La selección natural es incapaz de seguirle el ritmo a la vertiginosa transformación del entorno. El cambio convierte algunas de las ventajas ancestrales en obstáculos. El gen no ha tenido tiempo para adaptarse y seguimos operando mediante los mismos atajos. El heurístico te permite tomar miles de decisiones rápidas a lo largo del día. No necesitas una profunda reflexión para elegir la camiseta que te pones. El reto aparece cuando decides aquello que moldea tu vida, como elegir compañera de viaje o profesión. Aquí entra en juego el Sistema 2, cargando consigo los peores vicios del Sistema 1.
Kahneman y Tversky en Pensar rápido, pensar despacio y Taleb en El Cisne Negro me enseñaron algunas de las limitaciones que conocemos sobre nuestra mente. Que la intuición nos permitiera sobrevivir no significa que sea suficiente para navegar la modernidad. Los heurísticos, esos atajos que emplea el Sistema 1, se convierten en sesgos: errores recurrentes. El Sistema 2 arrastra las equivocaciones y construye argumentos que las justifiquen. Tu cabeza te hace trampas omitiendo información y modificando recuerdos. Nadie cree tomar decisiones estúpidas. Sólo los demás caen en la trampa. Ese es el primero de los engaños que tu mente quiere que creas, que no te la va a intentar jugar. Resuena en mí la frase de Feynman: “El primer principio es que uno no debe engañarse a si mismo - y uno mismo es la persona más fácil de engañar -”.
El terceto de la opacidad
Taleb, maestro en poner nombre a ideas brillantes, agrupa tres de los engaños que padecemos con más frecuencia en el terceto de la opacidad:
a) la ilusión de comprender, o cómo todos pensamos que sabemos lo que pasa en un mundo que es más complicado (o aleatorio) de lo que creemos;
b) la distorsión retrospectiva, o cómo podemos evaluar las cosas sólo después del hecho, como si se reflejaran en un retrovisor (la historia parece más clara y organizada en los libros que en la realidad empírica); y
c) la valoración exagerada de la información factual y la desventaja de personas eruditas y con autoridad, en particular cuando crean categorías, cuando “platonifican”.
Los sesgos se unen y forman un equipo poderoso. Pensar que el todo es la suma de las partes sería pasar por alto las interacciones entre elementos. Munger acuña el divertido nombre de efecto Lollapalooza para explicar cómo la unión de varias fuerzas psicológicas, como los sesgos, dirigen en una misma dirección el comportamiento humano.
Año 2023, un joven de 22 años cree que entiende cómo emergió la mente humana y lo explica en un párrafo con frases simples. Comete semejante atrevimiento porque puede mirar al pasado por el retrovisor. Cae en la falacia narrativa pero poco le importa; la historia que ha construido suena bien. Se permite el lujo de hablar de escalas temporales cuya magnitud es incapaz de comprender. La poca información a la que se ha expuesto en su corta vida, contamina y condiciona su visión del mundo. Tuvo la suerte, al menos así lo cree, de haber elegido buenas vías de entrada. Menciona a un filósofo libanés y a un psicólogo israelí para escudarse en la autoridad y dormir tranquilo después de publicar algunos de sus pensamientos. Sabe que es falible y encuentra el consuelo de que, quizás, ese es el primer paso para corregir sus errores.
Sergio -.
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Ese joven de 22 años aprende de los que más se esforzaron y más empeño pusieron en comprender este mundo. Y en ese proceso de búsqueda de la verdad, combinando inquietud y humildad, das ejemplo y pones luz a otros no tan jóvenes. A mí, por ejemplo. Enhorabuena y gracias.
Totalmente recomendable el libro de Kahneman y Tversky.....genial artículo