Si escribo estas líneas es gracias a la Fortuna. La gente me aplaude, haciendo especial hincapié en mi juventud: “Con sólo 22 años y haciendo lo que haces, seguro que vas a llegar lejos”. No me conocen personalmente pero eso no les impide lanzar semejantes y atrevidas afirmaciones. Mis impulsos más humanos quieren comprar los cumplidos, regodearme en ellos. Una parte de mi quiere creer que se lo merece.
En esta edición navego en mi historia personal para reflexionar sobre el mérito y la suerte.
Llegué a la escritura perdiendo el tiempo en Instagram. Descubrí en las stories a varios personajes admirables, inteligentes y fuertes. Mens sana in corpore sano, el mensaje que atrapó a este perdido adolescente. El baño de agua fría acompañado con la cita del filósofo estoico. La fuerza para levantar cientos de kilos en la barra. Quería ser como ellos. Quería ser un powerlifter estoico.
Siendo un joven sin nada que perder ofrecí lo único que tenía: mi tiempo. Yo trabajo gratis a cambio de estar cerca tuyo. A los tres meses estaba dado de alta de autónomo gestionando varias cuentas de Instagram en el mundo del fitness. A los seis, estaba ofreciendo servicios de marketing digital a entrenadores a través de una agencia. En paralelo escribía artículos de estoicismo.
Construí relaciones personales. Pude ver más allá del personaje en las redes. Idealicé, y mis altas expectativas me condujeron directo a la decepción. El que daba consejos de relaciones personales se sentía solo. El que hablaba de empresas exitosas estaba endeudado. Aprendí que las apariencias engañan y que los consejos suelen darlos las personas que más los necesitan, por eso escribo.
Nos convertimos en las personas con las que pasamos más tiempo. Después de conocerlos, no quería ser como ellos. La decisión estaba tomada. Por suerte -¡como toda esta historia! -, había construido una pequeña barca: El Rincón de Aquiles. La barca se convirtió en barco y lo que empezó como hobbie demandaba mayor dedicación. Para mí no valía la pena pagar el precio y actué en consecuencia. Dejé el proyecto. Mientras estaba en El Rincón de Aquiles, creé este espacio para dar rienda suelta a mi curiosidad. Si lo pienso todo empieza en unas stories. Escribo porque perdía el tiempo en Instagram.
El esfuerzo y la suerte
Construyo una narrativa coherente para explicar cómo he llegado hasta aquí pero nunca he tenido el rumbo claro. A posteriori parece evidente.
Podría haberte contado todas las horas que le metí a cada proyecto y que fue el esfuerzo lo que me permitió seguir avanzando. No quiero tomarte el pelo. El esfuerzo es condición indispensable pero no suficiente. Si hoy estoy escribiendo estas líneas es por caprichos del azar. Mi vida podría haber tomado un rumbo totalmente diferente pero las historias alternativas no se materializaron. La lista tiende al infinito: podía permitirme perder el tiempo en Instagram, me respondieron a ese mensaje directo, tuve el atrevimiento - o la inconsciencia - de regalar mi tiempo, me dieron la oportunidad de trabajar con gente más lista que yo…
¿Existe la suerte? explica por qué estoy aquí, invirtiendo tiempo en pulir mis pensamientos. La traducción del título no hace justicia al libro. ¿Cómo no va a existir la suerte? La olvidas porque pasa inadvertida, como el agua del que hablaba Foster Wallace1. Yo releo a Nassim con frecuencia. Es el sabio pez que me recuerda el crucial papel de la fortuna en la vida.
Permíteme que lo aclare aquí: por supuesto, ¡la suerte favorece a los que están preparados! El trabajo duro, el ser puntual, el llevar una camisa limpia (preferiblemente blanca), el utilizar desodorante, y este tipo de cosas convencionales contribuyen al éxito; son, sin duda, necesarias, pero es posible que sean insuficientes porque no son la causa del éxito. Lo mismo se puede decir de los valores convencionales de la persistencia, la obstinación y la perseverancia: necesarias, muy necesarias. Es necesario salir a la calle a comprar un décimo de la lotería para poder ganarla. ¿Significa que el esfuerzo de ir a comprar el décimo ha causado la ganancia? Por supuesto, las habilidades cuentan, pero cuentan menos en entornos muy aleatorios de lo que cuentan en el negocio de la odontología.
No, ¡no estoy diciendo que lo que le dijo su abuela sobre el valor de la ética de trabajo esté mal! Es más, puesto que la mayoría de los éxitos están causados por muy pocas “ventanas de oportunidad”, el no aprovecharlas puede ser mortal para la carrera profesional de uno. ¡Hay que arriesgarse!
El paso del tiempo elimina alternativas. Los perdedores ilustran la idea: “sabemos que Aníbal y Hitler tenían objetivos dementes, porque en Roma no se habla fenicio y no hay esvásticas en Times Square ni en Nueva York”. El resultado reduce el abanico de narraciones que podemos contarnos. Si te hubiese salido mal la jugada, ¿también sería por tu esfuerzo?
El azar explica los buenos y malos resultados. En el fondo quieres recibir la palmadita para saber lo bien que lo has hecho. Más difícil es asumir que la suerte inunda tu vida. Las mismas acciones que podrían haberte llevado al éxito, pueden hacerte fracasar. Crees que lo que tienes es fruto de todo lo que te has esforzado y lo que te falta, un tema de mala suerte. El humano y su curiosa relación con la responsabilidad: si gano me apunto el tanto; si pierdo, balones fuera. No somos tan diferentes a la zorra: inventamos la historia cuando conocemos el resultado, entendemos hacia atrás y decidimos hacia delante.
Todas tus acciones tienen consecuencias pero en un mundo de complejos sistemas, las desconoces. Asume tu ignorancia. El error - y el acierto - “no es algo que se pueda determinar una vez se ha producido el hecho, sino a la luz disponible hasta ese momento”. Explica el por qué de tus acciones antes de sus frutos. Intenta tomar la mejor decisión posible, ahora. Da el primer paso: acepta a la suerte como fiel compañera de viaje.
Sergio -.
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El discurso This is Water de Foster Wallace empieza así:
Están estos dos peces jóvenes nadando y se encuentran por casualidad con un pez más viejo nadando en dirección contraria, que les saluda con la cabeza y les dice “Buenos días, chicos. ¿Cómo está el agua?” Los dos jóvenes nadan un rato y, al final, uno de ellos mira al otro y dice: “¿Qué demonios es el agua?.
Este es un requisito habitual de los discursos de graduación en Estados Unidos: el despliegue de pequeñas parábolas didácticas. Lo de la historia resulta ser una de las convenciones mejores y menos mierdosas del género, pero si os preocupa que pretenda presentarme aquí como el pez sabio y viejo que os explica qué es el agua a vosotros, los peces más jóvenes, por favor, no os preocupéis. No soy el viejo pez sabio. El objetivo de la historia del pez es simplemente que las realidades más obvias e importantes son a menudo las más difíciles de ver y de explicar. Enunciado como una frase inglesa, por supuesto, esto no es más que un tópico banal, pero el hecho es que en las trincheras cotidianas de la existencia adulta, los tópicos banales pueden tener una importancia de vida o muerte, o eso es lo que quiero sugerirles en esta mañana seca y encantadora.
Si quieres escucharlo
Si quieres leerlo
Yo tejo porque perdía el tiempo en CandyCrush. Tejo para mí, es mi hobbie. Pero después de horas perdidas dedicadas a mover mis dedos rítmicamente, al menos tengo un jersey.
Qué bueno, Sergio. Me siento tremendamente identificado, como siempre que escribes.
Me encanta pensar cómo es la combinación de factores lo que me ha llevado a donde estoy. Quiero creer que es una mezcla de suerte, opcionalidad y esfuerzo. Negar alguno sería de necios, hinchar el peso de otros de hipócritas, pero mientras tanto sigo disfrutando del camino y de tratar de hacer lo que me mueve. Gracias una semana más!