No la mejor idea. Ni los mejores datos. Gana la mejor historia. En la edición de esta semana reflexiono sobre nuestra preferencia por las historias y el problema que conlleva.
Hola, soy Sergio San Juan, un aprendiz de por vida.
Bienvenido a mi espacio personal, donde cada viernes seguimos jugando al Aprendizaje Infinito.
Las historias que nos contamos
Nuestro cerebro busca patrones para conservar su energía. Le dan igual tus preferencias modernas, está optimizado para sobrevivir en el entorno de escasez y peligros en el que se desarrolló. Allí, saltar a conclusiones era la mejor opción. Quien se paraba a pensar si el ruido de detrás de la maleza era un tigre o un conejo, no solía sobrevivir al encuentro con el felino.
En las historias hemos encontrado la herramienta perfecta para reducir la dimensión de las cosas. Nos resulta mucho más sencillo recordar una historia que una serie de datos.
Buscando explicaciones, nos agarramos a un clavo ardiendo. Si somos capaces de construir una historia coherente con la información que tenemos disponible, la acabaremos creyendo. Que sea coherente no implica que sea cierta. Una buena historia pueden ser completamente falsa. Pero nos importa poco. Buscamos la sensación, aunque sea ilusoria, de entender.
Rellenamos los huecos de nuestra visión incompleta del mundo con narrativas. Si algo no cuadra, resolvemos la disonancia. El sesgo de confirmación, en busca de coherencia, nos lleva incluso a ser capaces de editar nuestros propios recuerdos. Hasta el pasado debe encajar con la historia que nos contamos. Ramón Nogueras lo explica en ¿Por qué creemos en mierdas?:
“Así que, cuando recordamos algo, no solo creamos nuestras historias a partir de recuerdos: las propias historias crean los recuerdos y estos nos permiten entender cómo creemos en cosas que no son o cómo hemos acabado haciendo cosas que nunca habríamos imaginado. Una vez que asumimos una narrativa, modificamos la memoria para que todo encaje”.
La falacia narrativa
La información quiere ser reducida. Almacenar patrones y conexiones es menos costoso que almacenar datos aislados. La siguiente frase atribuida a Stalin, recoge la idea: “Una muerte es una tragedia; un millón de muertes, una estadística”. La tragedia se recuerda, las estadísticas se olvidan. El problema surge en lo que dejamos fuera de la historia. El cementerio y los sucesos raros suelen ser olvidados.
Taleb lo explica en El Cisne Negro:
“La falacia narrativa se dirige a nuestra escasa capacidad de fijarnos en secuencias de hechos sin tejer una explicación o, lo que es igual, sin forzar un vínculo lógico, una flecha de relación sobre ellos. Las explicaciones atan los hechos. Hacen que se puedan recordar mucho mejor, ayudan a que tengan más sentido. Donde esta propensión puede errar es cuando aumenta nuestra impresión de comprender”.
Las historias que te cuentas construyen tu realidad. Estas herramientas, simplificando y conectando información, nos ayudan a navegar por la complejidad del mundo. ¿El precio a pagar? La falacia narrativa.
Eres las historias que te cuentas, elige con cuidado.
Sergio -.
Gracias por leer Aprendizaje Infinito.
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El viernes que viene, un nuevo turno en el juego del Aprendizaje Infinito.
"La tragedia se recuerda, las estadísticas se olvidan"
Con razon nos gustan tanto las teorias conspirativas y noticieros amarillistas, ja!
Eres las historias que te cuentas.
Eres ♥️