Nietzsche lanza entre las páginas de La Gaya Ciencia un desafiante experimento mental:
¿Cómo te sentirías si un día o una noche un demonio se deslizara furtivamente en la más solitaria de tus soledades y te dijera: “Esta vida, tal como la estás viviendo ahora y tal como la has vivido [hasta este momento], deberás vivirla otra vez y aún innumerables veces. Y no habrá en ella nunca nada nuevo, sino que cada dolor y cada placer, cada pensamiento y cada suspiro y todo lo indeciblemente pequeño y grande de tu vida deberá volver a ti, y todo en el mismo orden y la misma secuencia – e incluso también esta araña y esta luz de la luna entre los árboles, e incluso también este instante y yo mismo. ¡El eterno reloj de arena de la existencia se invertirá siempre de nuevo y tú con él, pequeña partícula de polvo!”?
Decidido, asumes el reto y te asomas al abismo. Aguantas la mirada y el abismo te la devuelve. Miras a tu alrededor y estás solo. Tú y la hoja en blanco, nadie más.
Cada día tienes una nueva oportunidad. Como regalo caído del cielo, te levantas una mañana más de la cama. El número de opciones parece abrumador. Recuerdas el principio de Epicteto: “algunas cosas están bajo nuestro control y otras no”.Lo conectas con Nietzsche: ¿qué puedo controlar para que mi vida sea digna de ser repetida eternamente?
La tramposa comparación sirve como excusa. La mediocridad te tranquiliza porque crees haberla superado con tu esfuerzo. El ideal lo ves inalcanzable y lo achacas a la suerte. La única comparación justa es contigo mismo.
El pasado grita reclamando su importancia. ¡Has hecho ya tantas cosas! La tentación de vivir de las rentas, la nostalgia como refugio. Me importa poco - más bien nada - lo que hayas hecho hasta ahora, quiero saber lo que vas a hacer a partir de ahora. Háblate con exigencia, la necesitarás para construir una vida que merezca ser repetida durante la eternidad.
La mirada fructífera al pasado es aquella que busca las grandes ideas. Nietzsche encontró en los griegos las bases para dinamitar la moral cristiana. Rescato algunas de las ideas de la cultura helena que, mezcladas con reflexiones personales, considero especialmente útiles en un mundo donde parece que todo vale. Los derechos hay que ganárselos; los deberes, cumplirlos. No todas las opiniones valen lo mismo. La humanidad es una aspiración por la que hay que trabajar, no seas una mera bestia y aprovecha lo que te diferencia del resto de especies. Sólo desarrollándote alcanzarás la verdadera felicidad. Los peores castigos son la ignorancia y la dependencia. La capacidad se cultiva llevándola al límite, asumiendo la responsabilidad y corrigiendo errores.
“Pero no fui; de nuevo no me atreví. No tomé el tren, no seguí el grito divino y bestial que salía de mi interior, no acometí ninguna acción audazmente descabellada. Seguí la voz parca, fría, humana de la sensatez”. - Zorba El Griego
No hay reglas generales que conduzcan a la felicidad individual. El extracto de la novela de Zorba El Griego te incita a huir de la sensatez, los griegos te empujan a seguir la razón. Los consejos son contradictorios. Nietzsche lanza el reto consciente de que no hay receta para crear la vida digna de ser eterna. Explora hasta encontrar lo que te funciona, no puedes ahorrarte el trabajo de aprender a vivir tu propia vida. Tu contexto es único, nadie mejor que tú para conocer la situación. Hazlo lo mejor que puedas con lo que tengas. Actúa como si el instante se repitiera eternamente. Vive la vida que querrías vivir innumerables veces.
Sergio-.
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Cuánta positividad para un junio lluvioso. Gracias Sergio. Una perlita.
Eres genial.
Eres como agua de mayo, en junio.
Gracias.