Dostoievski inmortalizó en los personajes de sus novelas su conocimiento, diverso y muchas veces contradictorio, sobre la naturaleza humana. Esta edición contiene reflexiones alrededor de algunos de los personajes de dos de sus obras, Apuntes del subsuelo y Los hermanos Karamázov. En la posdata de esta edición te cuento una noticia importante.
El hombre del subsuelo
A través de Apuntes del subsuelo, el escritor ruso aborrece vivir bajo una fórmula: «dos y dos son cuatro no es vida señores, sino el comienzo de la muerte.» La cobardía se viste de sentido común para engañarte. Ni tú sabes lo que quieres. «¿Y quién sabe? (nadie puede saberlo de cierto), quizás la única meta que en este mundo persigue el hombre consista únicamente en ese ir hacia ella, o, dicho de otro modo, consista en la vida misma, y no realmente en la meta.» Parte del encanto de la vida está en su incertidumbre. El secreto está en el camino. El secreto es el camino.
¡Qué difícil es sentirse parecido a los demás! «Yo soy uno y ellos son todos», apunta el hombre del subsuelo. De todos, apenas conoces lo que quieren mostrarte. De ti, nada te puedes ocultar. Uno confunde las apariencias con la realidad y salta a conclusiones precipitadas. Conocer tus demonios internos y desconocer los del resto, te empuja a creer que eres especial. No lo eres. Todos libran su batalla interna. «Escribiéndolo siente uno un verdadero alivio». Leyéndolo se siente uno menos raro.
Fiódor Pávlovich Karamázov
Borracho, el padre de los Karamázov se entera de la muerte de su esposa. Unos cuentan que gritó de alegría, otros que lloró desconsoladamente. «Es muy posible que las dos cosas fueran ciertas, es decir, que se alegrara de su liberación y que llorase por su liberadora, todo a la vez.»
Buscas la respuesta simple, la única causa. No existe tal solución en los problemas de personas. Pones rápido la etiqueta para emitir el juicio: ¿es este mi aliado o mi enemigo? «En la mayor parte de los casos, la gente, incluso la mala gente, es mucho más ingenua y bondadosa de lo que nosotros pensamos. Sí, y también nosotros lo somos.» Tratas con personas; ni los malos son tan malos, ni los buenos son tan buenos.
Aliosha
El hermano menor de los Karamazov representa las aspiraciones nobles. Dispuesto a sacrificarlo todo, Aliosha cree firmemente en actuar guiado por el deber, estén o no de acuerdo las personas que le rodean. Superada la presión social, el joven se encuentra con su mayor enemigo: sus pensamientos.
Le asaltó aún otra idea, de repente e irrefrenable. «¿Y si ella no ama a nadie, ni al uno ni al otro?» Indicaré que Aliosha se sentía avergonzado de tales pensamientos y que en el transcurso del último mes se los había reprochado cada vez que le habían venido a la cabeza. «¿Qué sé yo del amor y de las mujeres, y cómo puedo llegar a conclusiones semejantes?», se decía, en son de reproche, después de cada una de sus ideas o conjeturas semejantes. Sin embargo, era imposible no pensar.
Uno no elige qué ideas pasan por su cabeza. Algunas llegan del subsuelo, juzgan y etiquetan con rapidez al que tienes enfrente; otras, planean la salvación del mundo. Si pensar fuera un delito todos estaríamos en la cárcel. Lo que diferencia a Aliosha de su padre y del hombre del subsuelo no son los pensamientos, sino las acciones. Qué haces con lo que se te pasa por la cabeza es más importante que qué se te pasa por la cabeza.
Mitia
El hermano mayor de los Karamazov siente curiosidad: «…a mi me han gustado siempre los callejones, los rincones sórdidos y oscuros, detrás de la plaza; allí encuentras aventuras, encuentras lo inesperado, metal nativo en medio del cieno. Hablo de manera alegórica, hermano mío. En nuestra pequeña ciudad, esos callejones no se daban materialmente, pero los había en el aspecto moral.»
El callejón se cuestiona porque no lo transita todo el mundo, mismo motivo por el que despierta la curiosidad. Mitia describe el refugio que otorga el grupo: «Si todos estuvieran desnudos, no sería bochornoso; pero cuando es uno solo y los demás miran, ¡qué vergüenza!»
Zosima
El maestro de Aliosha comparte sus consejos llenos de sentido común. Sorprende la valentía del que señala y corrige sus propias estupideces. Sé el que da la sorpresa. Se olvida que cómo vive el individuo se debe a la «integridad global de los esfuerzos humanos» y no al esfuerzo personal aislado. Sé el que, agradecido, reconoce el papel de los demás en su vida. Gánate aprender del mejor maestro: el amor.
El amor humilde es una fuerza terrible, la más potente de todas las fuerzas; nada hay que se le pueda comparar. (…) Hermanos, el amor es un gran maestro, pero es necesario saberlo adquirir, pues es de adquisición difícil, se compra caro, mediante un largo trabajo y a través de un plazo largo, pues no se ha de amar sólo momentáneamente y por azar, sino para todo el plazo.
Lo que no esperaba, era encontrar la responsabilidad extrema de Jocko Willick entre los consejos de un maestro espiritual de la Rusia del siglo XIX:
No te canses de actuar. Si al acostarte a dormir te acuerdas de tu carga y dices: «No he cumplido lo que debía», levántate inmediatamente y cúmplelo. Si la gente que te rodea, airada e insensible, no quiere escucharte, échate a sus pies y pídeles perdón, pues en verdad también tú tienes la culpa de que no deseen escucharte. Y si no puedes hablar ya con quienes estén enfurecidos, sírveles en silencio y con humildad, sin perder nunca la esperanza. Si, no obstante, todos te abandonan o te expulsan a la fuerza, cuando te quedes solo, déjate caer sobre la tierra y bésala, riégala con tus lágrima; con ellas, la tierra dará su fruto, aunque nadie te vea ni te oiga en tu soledad.
Iván
Iván, otro de los hermanos Karamazov, reflexiona sobre la libertad. Consciente de la responsabilidad que conlleva, la describe como una pesada carga de la que desprenderse.
Para el hombre no hay preocupación más constante y atormentadora que la de buscar cuanto antes, siendo libres, ante quién inclinarse. Pero lo que el hombre buscar es inclinarse ante algo que sea indiscutible, tanto, que todos los hombres lo acepten de golpe y unánimemente. Pues la tribulación de estas lamentables criaturas no estriba sólo en buscar aquello ante lo cual yo u otro podamos inclinarnos, sino en buscar una cosa en la que crean todos y a la que todos reverencien, todos juntos, sin falta. (…) Te digo que no existe para el hombre preocupación más atormentada que la de encontrar a quien hacer ofrenda, cuanto antes, del don de libertad con que este desgraciado ser nace. (…) Nada hay más seductor para el hombre que la libertad de su conciencia, pero nada hay tampoco más atormentador.
¿Quién no ha coqueteado, impulsado por la ignorancia, con la idea de romper con la tradición? ¿Quién no ha creído, en un segundo de inspiración, que puede cambiar el mundo? El convertirnos en dioses que plantea Iván, recuerda al superhombre de Nietzsche.
¿Qué es la conciencia? Es obra mía. ¿Por qué me atormento? Por la fuerza de la costumbre. Por una costumbre universal que tiene el hombre desde hace siete mil años. Desprendámonos de esta costumbre y seremos dioses.
Fiodor Dostoievski
Antes de acabar, conoce a la persona donde confluyen todos los personajes: el autor. Pocos eventos marcarían más la vida de Dostoievski que su encuentro con la muerte el 22 de diciembre de 1849. Zweig lo describe en uno de sus catorce momentos estelares:
En silencio forman en fila. Un teniente lee la sentencia: Muerte por traición. Con pólvora y plomo. ¡Muerte! La palabra, como piedra impetuosa, cae en el frío espejo de la calma, suena con fuerza, como si partiera algo en dos. Después el eco vacío se hunde en el silencioso sepulcro de la glacial quietud de la mañana. (…) Entonces, un grito: ¡Alto! El oficial se adelanta. Blanco, ondea un papel. Su voz, nítida y clara, corta el silencio expectante. El zar con la gracia de su voluntad sagrada ha anulado la sentencia, que será conmutada por una pena más leve. (…) desde que sintiera el beso abrasador de la muerte debe apreciar la vida por el dolor. Los soldados le apartan del poste. Su rostro, macilento, parece apagado. Bruscamente vuelven a empujarle a la fila. Su mirada, extraña, está del todo hundida hacia adentro. Y de sus labios contraídos pende la amarilla carcajada de los Karamázov.
Todos poseemos algo de naturaleza karamazoviana, «capaz de contener todas las contradicciones posibles y contemplar de un golpe ambos abismos, el que está encima de nosotros, el abismo de los altos ideales, y el que está debajo de nosotros, el abismo de la más baja y hedionda degradación». Contenemos multitudes. El peligro está en olvidar nuestro lado oscuro o rendirse frente a él.
Sergio -.
P.D: Si has llegado hasta aquí, me gustaría contarte algo. El 31 de agosto dejé mi trabajo para dedicar todo mi tiempo a aprender. El reto ahora es hacerlo sostenible. Para ello, Aprendizaje Infinito abre una sección de contenidos de pago. Me gustaría leer tu feedback sobre el planteamiento inicial. Quiero que sea algo que construyamos juntos.
P.D.2: Si decides apoyar el proyecto y disfrutar de todo el contenido de pago, las puertas ya están abiertas.
Si te ha gustado la edición de esta semana, dale al corazón, escribe un comentario o comparte este post con un amigo.
Gracias por leer Aprendizaje Infinito.
Es absolutamente compleja la mente humana, así es. Como cantaba Sergio Makaroff (que rima con Karamazov): "No hay enemigo peor que el enemigo interior". Muy buen análisis Sergio.
"Superada la presión social, el joven se encuentra con su mayor enemigo: sus pensamientos." Este post es una joya ♥️🫂