Las nuevas generaciones, adictas a TikTok, nos acercan al borde del abismo. Entre el cambio climático y la inevitable Tercera Guerra Mundial, parece que el fin del mundo se acerca y no podremos hacer nada para evitarlo.
La catástrofe capta tu atención. La aversión a la pérdida, arraigada en tus genes, dicta tus pensamientos y acciones. Los medios lo saben y explotan tu sesgo con titulares pesimistas. Caes en el clickbait de las noticias y crees que el mundo se va a la mierda. En cambio, das lo bueno por sentado.
La adaptación hedónica te hace olvidar que vives mejor que un rey de hace doscientos años. Ni aún leyéndolo te das cuenta de su importancia. Repito la frase para que cale: vives mejor que un rey de hace doscientos años. Sigues sin creértelo del todo y te refugias en un pasado romántico e idealizado, posiblemente situado en tu propia infancia o en algunas de las batallitas que te contaba tu abuelo. ¡Qué fácil es caer en las garras del pesimismo! Consciente de la trampa, esta edición busca rescatar el optimismo.
El optimismo y el pesimismo son actitudes para acercarnos al desconocido futuro. Los extremos rara vez son seguros. El optimista ciego que se sienta a esperar a que las cosas mejoren, peca del mismo vicio que el pesimista extremo guiado por su aversión a la pérdida: no hacen absolutamente nada para cambiar las cosas. La razón te pide matices. El progreso tiene un precio y cultivar sus ingredientes requiere de esfuerzo. Los problemas han existido, existen y existirán.
Taleb me enseñó que la incertidumbre no puede controlarse pero puedes intentar domesticarla. Desconoces lo que te depara el futuro pero puedes construir una posición que se beneficie de los problemas.
“El viento apaga una vela pero aviva un fuego”. Los problemas, como el viento, son inevitables; lo que sí puedes hacer es prepararte para cuando lleguen. ¿Cómo estaremos mejor preparados para resolver los desafíos presentes y futuros? ¿Protegiendo el status quo o impulsando el progreso para propiciar la aparición de nuevas tecnologías e ideas? Impulsar el progreso es convertirnos en el fuego avivado por el viento. Impulsar el progreso es construir una posición antifrágil frente a los problemas.
El optimista racional
El pesimismo domina el discurso público. En 2010, Matt Ridley publicó The Rational Optimist, una obra que defiende un optimismo fundamentado en datos e historia. Recojo algunas de las interesantes ideas del libro.
Construyes sobre las filtradas ideas que han sobrevivido hasta nuestros días. Partes con (mucha) ventaja. La inteligencia colectiva, que aumenta con el número de cabezas involucradas, lleva siglos mejorando el mundo. El comercio, esencial en el progreso, permite intercambiar recursos y promueve la especialización. La ventaja comparativa de David Ricardo captura la idea: si puedes intercambiar, la jugada ganadora es enfocarte en aquello que haces mejor. Puedes hacer una sola cosa (especialización) y beneficiarte de muchas (comercio).
Por si fuera poco, el especialista tiene incentivos para invertir en tecnología. Si te dedicas a una sola cosa, buscarás las mejores herramientas para lograr mejores resultados. La experiencia mejorará (¡todavía más!) aquello que haces.
Lo bonito del comercio es que ambas partes piensan que están haciendo un buen trato. Mentalidad de suma positiva: no gano porque te robe parte de tu pastel, gano porque intercambiando hemos aumentado el tamaño de la tarta. En el mercado, el interés propio se alía con la cooperación, y todos ganamos. La reputación actúa como mecanismo para el que se pasa de listo. La confianza florece porque abundan los incentivos para actuar correctamente.
Las predicciones pesimistas que apuntan al abismo olvidan que no somos un animal cualquiera: podemos crear nuevas tecnologías que cambien por completo el juego. Este proceso no es lineal; se rige por la fascinante idea de los retornos incrementales: "Cuanto más prosperamos, más podemos prosperar. Cuanto más inventamos, más inventos serán posibles. (...) Cuanto más conocimiento generemos, más podremos generar”. Efecto Mateo: la riqueza atrae más riqueza, las ideas cada vez tienen más sexo entre ellas.
Algunos de los problemas actuales son lujos que podemos permitirnos tras resolver el problema de la supervivencia. Lo último que deberíamos es perder la perspectiva.
El comienzo del infinito
El futuro de nuestra civilización depende nuestras acciones y pensamientos. Si las cosas salen mal, será en gran parte por las opciones que elijamos. Si las cosas van bien, tampoco será casualidad. El optimismo propuesto por Deutsch en El comienzo del infinito no niega la existencia de problemas (¡son inevitables!). El optimismo de Deutsch afirma que, con el conocimiento y el tiempo necesarios, seremos capaces de resolver los desafíos.
La intuición dificulta la incursión en el incierto futuro. Conoces algunos de los problemas pero no la soluciones (de saberlas, dejarían de ser problemas). No sabes que se descubrirá en los próximos años y crees que el futuro será el pasado con problemas más graves. Olvidas que hemos progresado mucho y, como resultado, vivimos en uno de los mejores momentos de la historia. Tenemos además la posibilidad de mejorar, superando cada uno de los infinitos problemas que nos esperan.
Lo que aspiramos a ser es más importante que lo que somos. Aspiremos, desde el optimismo, a seguir mejorando el mundo. En palabras de Popper: “Las posibilidades que hay en el futuro son infinitas. Cuando digo que nuestro deber es ser optimistas, esto incluye no solo estar abiertos al futuro sino también que todos nosotros contribuyamos a ello en todo lo que hagamos: todos somos responsables de lo que nos depara el futuro. Por consiguiente, este es nuestro deber: no profetizar el mal, sino luchar por un mundo mejor”.
Sergio -.
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Amé demasiado esta edición!
Ser optimista, optimista de verdad (racional como lo planteas), es la única manera de crear un mundo mejor. Creo que es lo que todos realmente queremos.