La buena estrategia escasea. Los tecnicismo innecesarios, la incorrecta identificación del reto, la creencia ciega en una lista de objetivos y las metas carentes de coherencia y puesta en práctica; hacen de la mala estrategia la norma. El ser humano, que tiende al camino de menor esfuerzo, encuentra en la mala estrategia el escape frente a la ardua tarea de pensar.
Richard Rumelt, en Good Strategy Bad Strategy, enseña la diferencia entre una buena estrategia y una mala. La confusión abunda. La estrategia es una palanca demasiado poderosa como para no conocer la diferencia. Tener una visión, aunque indispensable, no te ahorra pensar como un estratega. Un mensaje atractivo y el pensamiento positivo no basta para triunfar en el duro mundo empresarial. Algo similar ocurre con la planificación y los objetivos: son fundamentales, pero sin identificar y explicar el reto correctamente, sirven de poco. Completa la lista de ingredientes la acción. Si tienes el problema identificado y el mejor plan pero no lo ejecutas, tu estrategia sigue siendo una mierda.
Los recursos son escasos y quien mucho abarca poco aprieta. Toca decidir dónde enfocar tu energía y tu atención. Un proyecto tiene miles de opciones. La buena estrategia define las prioridades y, lo que es más importante, las renuncias.
Piensa como un estratega
El estratega resuelve problemas a través del pensamiento y su puesta en práctica. Rumelt comparte algunas ideas en la parte final del libro sobre las que merece la pena escribir.
Desde que leí a Taleb no trago a quienes hablan despreciando la incertidumbre, como si entendieran cómo funciona el mundo. Rumelt no esconde lo desconocido debajo de la alfombra. El buen estratega parte de la humildad, de ser consciente de su propia ignorancia, por eso la buena estrategia es una hipótesis. La realidad te devuelve feedback y tú aprendes lo que funciona y lo que no, afinando tu estrategia o planteando una nueva.
Si copias una estrategia, vas tarde y mal. Para Thiel, las buenas empresas escapan de la competencia ofreciendo, como mínimo, una solución 10 veces mejor. Rumelt plantea algo parecido. Es en las rarezas donde encontrarás las mejores pistas para diseñar tu estrategia. Quieres una empresa que se salga de la norma (la norma es quebrar). Tu estrategia debe plantear algo diferente.
El estratega echa mano de su lista de prioridades para no olvidar nunca lo importante. Y, ¿qué hay más importante que pensar sobre qué es importante? La buena estrategia no cae del cielo. La intuición, en terreno complejo, no es el mejor punto de partida. La pausa y la reflexión, mucho más costosas en tiempo y energía, te darán la ventaja. La capacidad para destruir tus propias ideas, el secreto de los mejores estrategas. Rumelt propone crear tu propio panel de expertos: diferentes personas con criterio que, dentro de tu cabeza, cuestionan tus ideas y proponen nuevas. En el mío cuento con Taleb para no ser engañado por el azar y con Thiel para pensar como monopolista. Junto al sentido común de Munger, forman mi trío.
“Si puedes mantener tu cabeza cuando todo el mundo está perdiendo la suya”. - If de Rudyard Kipling
La tensión entre grupo e individuo empieza a convertirse en una obsesión. En la estrategia, seguir la corriente de la mayoría no es la mejor idea. La buena estrategia parte de la independencia y de un análisis profundo de la situación. No hay travesía que merezca la pena sin sus sirenas y cíclopes. Destaco estos cuatro motivos que, para Rumelt, nos llevan a perder la cabeza: diseñamos sistemas cuyas consecuencias no comprendemos, extrapolamos del presente hacia el futuro (¡pavo!), el grupo nos arrastra con sus ideas e ignoramos los datos pensando que somos diferentes (“eso no se aplica a mí”).
El estratega mantiene la cabeza cuando todo el mundo está perdiendo la suya. El estratega refleja su misión en la coherencia de sus acciones. El estratega, desde el respeto a la incertidumbre y aislándose del mundanal ruido, plantea hipótesis diferentes. El estratega define prioridades y renuncias. El estratega recibe el feedback de la realidad y, junto con el de su panel de expertos, refina sus hipótesis. El estratega encuentra, en la cruel lucha entre sus ideas, el verdadero tesoro: la buena estrategia.
Sergio-.
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