El mundo acelera, y nosotros con él. Este ritmo antinatural nos conduce a «una relación con el mundo problemática, incluso trastornada o patológica». La solución no es solo desacelerar: es reconectar con el mundo que nos rodea y dejar que nos transforme. La solución es la resonancia.
La pregunta por la buena vida se ha privatizado. Ahora cada uno debe decidir por sí mismo qué hacer y cómo vivir.
«¡Persigue lo que te hace feliz!», reza el mantra del desarrollo personal. En lugar de descubrir quiénes somos, se nos dice que nos reinventemos constantemente. Los criterios son ahora la autenticidad, la realización individual y la obediencia a una voz interior que cada vez suena más a Excel.
Frente a esta lógica individualista y acumulativa, el sociólogo alemán Hartmut Rosa propone en este libro de casi 600 páginas una sociología de la buena vida.
Una sociología que, durante demasiado tiempo, se ha centrado en los recursos y ha delegado la pregunta de cómo vivir a la filosofía y a la psicología. La buena vida no se mide sumando momentos felices, ingresos o posibilidades. La buena vida depende de la calidad del vínculo que cultivamos con el mundo.
Nuestra relación con el mundo puede ser muda: el mundo nos ignora, es indiferente y sordo; o resonante: el mundo nos escucha y nos habla, es receptivo y responsivo, lo transformamos y nos transforma. Deseamos resonar con el mundo y huir del frío silencio del desierto. Tenemos que recuperar el diálogo y renunciar a nuestras ansias de control.
El mundo no está al margen del sujeto ni tampoco es construido según su voluntad. El proceso de (trans)formación es recíproco: el sujeto da forma al mundo y el mundo da forma al sujeto. La resonancia emerge en ese vínculo, en esa conversación entre mundo y sujeto. Aquí empieza a transformarse nuestra relación con el mundo.
«Donde está el peligro también está lo que salva». — Friedrich Hölderlin