Aprendizaje Infinito
Preguntando a los clásicos
Sobre la educación del filósofo-rey, con Platón | Preguntando a los clásicos #18
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Sobre la educación del filósofo-rey, con Platón | Preguntando a los clásicos #18

Cómo educar a los mejores

La búsqueda de la justicia llevó a Platón a imaginar Kallipolis: la ciudad bella, el Estado ideal, una utopía justa. Cada individuo cumple la función que le corresponde según la parte del alma que domina en su interior. La mejor forma de gobierno es la aristocracia: el gobierno de los mejores; que termina degenerando inevitablemente en la democracia y, finalmente, en la tiranía. 

Gobiernan los mejores cuando el poder y la filosofía se encuentran en la misma persona: el filósofo rey. ¿Cómo es este gobernante ideal? «Filósofo, fogoso, rápido y fuerte, por consiguiente, ha de ser, por naturaleza, el que pueda llegar a ser el guardián señorial de nuestro Estado», escribe Platón. «Así ha de ser por naturaleza. Ahora bien, ¿de qué modo debemos criarlos y educarlos?». 

En esta edición de Preguntando a los clásicos, profundizaremos en la exigente educación que Platón propone para llegar a ser filósofo. Este difícil camino nos llevará a explorar la teoría de las Ideas. La salida de la caverna que propone el filósofo sigue influyendo, veinticuatro siglos después, en cómo nos acercamos al conocimiento. 

Gobernar es como pintar

Platón compara la labor del gobernante con la del pintor: «Tomarán el Estado y los rasgos actuales de los hombres como una tableta pintada, y precisamente la borrarán, lo cual no es fácil». «Y tanto borrarán como volverán a pintar, pienso, hasta que hayan hecho los rasgos humanos agradables a los dioses, en la medida de lo posible». 

El filósofo-rey de Kallipolis es un planificador central que da forma con sus acciones y sus decisiones al Estado ideal. Cuenta con el enorme poder de imponer leyes, controlar la reproducción de los ciudadanos y educar a los futuros gobernantes. Para esta labor, el filósofo-rey utiliza como guía el conocimiento de las Ideas que Platón explica con la alegoría de la caverna.

Salir de la caverna

Imagina que llevas toda tu vida encadenado en una caverna, obligado a mirar hacia el muro que tienes delante. Lo único que has visto en tu vida –y por tanto, lo que crees que forma la realidad– son las sombras que se proyectan en la pared. Un buen día, te liberan de las cadenas. Te levantas entumecido, y miras a tu alrededor. Detrás del lugar en el que vivías encadenado, descubres un grupo de personas sosteniendo estatuas y objetos que, gracias a un fuego que hay detrás, producen las sombras que veías en la pared. 

Detrás del fuego descubres un haz de luz y decides perseguirlo. Sigues un arduo camino de ascenso siguiendo la luz y, finalmente, llegas al final de la caverna. Nada más salir quedas completamente cegado. 

Cuando tus ojos se acostumbran, empiezas a ver un mundo totalmente desconocido: un árbol con manzanas rojas, una paloma blanca como la nieve, un lago de agua cristalina y, si elevas la mirada entornando los ojos, el Sol.

El mundo de las Ideas

Platón coloca los diferentes grados de conocimiento en una línea que divide en dos. La mitad de abajo corresponde al mundo de la opinión (doxa), el mundo visible al que se puede acceder a través de los sentidos. La mitad de arriba corresponde al mundo del saber (episteme), el mundo inteligible al que se puede acceder desde el pensamiento.

Dentro del mundo visible encontramos la imaginación o la conjetura (eikasia), que en la caverna corresponde al conocimiento de las sombras, y la creencia (pistis), que en la caverna corresponde al conocimiento de los objetos. 

Dentro del mundo inteligible encontramos el razonamiento (dianoia), que corresponde al conocimiento matemático y geométrico, y la inteligencia (noesis), que corresponde al conocimiento de las Ideas. El mayor conocimiento al que se puede aspirar es la Idea del Bien representada en la alegoría de la caverna por el Sol, que ilumina al resto de Ideas.

«la Idea del Bien es el objeto de estudio supremo, a partir de la cual las cosas justas y todas las demás se vuelven útiles y valiosas». 

Para Platón, el mundo sensible que percibimos con los sentidos es sólo una copia imperfecta del mundo de las Ideas. Las Ideas no son conceptos mentales, sino realidades objetivas que existen independientes de nuestro pensamiento. Son eternas, inmutables, perfectas y constituyen los modelos o arquetipos de todas las cosas particulares. Imitar las Ideas del Bien, la Justicia o la Belleza es la función del filósofo-rey para dar forma al Estado ideal. Pero para llegar a las ideas debe recorrer un largo camino.

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