«Quizás alguien diga: “¿No te da vergüenza, Sócrates, haberte dedicado a una ocupación por la que ahora corres peligro de morir?”. A éste yo, a mi vez, le diría unas palabras justas: “no tienes razón, amigo, si crees que un hombre que sea de algún provecho ha de tener en cuenta el riesgo de vivir o morir, sino el examinar, solamente, al obrar, si hace cosas justas o injustas y actos propios de un hombre bueno o de un hombre malo. De poco valor serán, según tu idea, cuantos semidioses murieron en Troya y, especialmente, el hijo de Tetis, el cual, ante la idea de aceptar algo deshonroso, despreció el peligro hasta el punto de que, cuando, ansioso de matar a Héctor, su madre, que era diosa, le dijo, según creo, algo así como: 'Hijo, si vengas la muerte de tu compañero Patroclo y matas a Héctor, tú mismo morirás, pues el destino está dispuesto para ti inmediatamente después de Héctor'; él, tras oírlo, desdeñó la muerte y el peligro, temiendo mucho más vivir siendo cobarde sin vengar a los amigos, y dijo: 'Que muera yo en seguida después de haber hecho justicia al culpable, a fin de que no quede yo aquí junto a las cóncavas naves, siendo objeto de risa, inútil preso de la tierra.' ¿Crees que pensó en la muerte y en el peligro?» — Apología de Sócrates
Sócrates vivió entre los siglos IV y V a. C. Fue contemporáneo de los sofistas, maestros de la retórica que pensaban que la moral era relativa a las leyes de la ciudad en la que uno vivía. Sócrates, sabiendo diferenciar lo legal de lo ético, propuso que los valores son universales. Lo que es justo en Madrid es justo en Barcelona y es justo en Buenos Aires.
Con el deseo de aprender y de descubrir la verdad, Sócrates buscaba con incómodas preguntas alumbrar la ignorancia propia y ajena. Le movía una preocupación ética y política. La búsqueda de definiciones debe ir acompañada de acción práctica. Para el filósofo ateniense, la maldad es falta de conocimiento y la virtud se puede enseñar. Al hablar de aprender la virtud, Sócrates no pensaba en codificar y memorizar la definición de lo bueno, sino en estar genuinamente convencido de que el bien es una guía para actuar.
La mayor enseñanza de Sócrates es su vida. La forma en la que vivió sus últimos días nos invita a ser mejores personas. Platón narra estos momentos en dos de sus Diálogos. En la Apología de Sócrates relata el juicio que condena a muerte al filósofo y en el Fedón, los instantes previos a su muerte.