En su segundo año estudiando en Princeton, Richard Feynman cogió un cuaderno en blanco y lo tituló El cuaderno de todas las cosas que no sé. Durante los próximos años el joven Feynman explicaría allí, para sí mismo, las ideas que quería aprender.
Mucho antes de su época como universitario, Feynman aprendió de su padre que los nombres no constituyen conocimiento. Saber nombrar algo y entender cómo funciona son dos cosas muy distintas. Para evitar esconder su ignorancia bajo las palabras, recordaba la siguiente máxima: «Si no puedes explicar algo a un estudiante de primer año, es que no lo has comprendido de verdad». Esforzándose por eliminar los tecnicismos y utilizando sólo palabras simples, Feynman desarrolló un conocimiento profundo de la Física.
Al intentar simplificar los cálculos de las interacciones entre partículas, a Feynman se le ocurrió crear una serie de diagramas. Por esta contribución a la electrodinámica cuántica, ganaría el Premio Nobel. Este párrafo es un claro ejemplo de cómo los nombres no constituyen conocimiento. No tengo ni idea de Física, escribo electrodinámica cuántica y me quedo tan ancho.
Feynman aprendió las complejas y abstractas ideas de la Física mediante auto explicaciones, enseñándose a sí mismo lo que quería aprender. Elegía un concepto, abría una página en blanco de su cuaderno y trataba de explicarlo con sus propias palabras. Después revisaba la fuente para rellenar sus lagunas y corregir sus errores. Esta peculiar forma de aprender ha acabado con el nombre de la técnica de Feynman.
Lleva la técnica a la práctica:
Elige el concepto que quieres aprender y coge una hoja en blanco.
Explícalo de forma simple, como si le hablaras a un estudiante de primer año. Prioriza la claridad. Utiliza metáforas e historias. Usa términos simples para evitar esconder tu ignorancia en las palabras.
Revisa, encuentra lagunas y corrígelas. Sé exigente y honesto a la hora de evaluar tu explicación. Leela en voz alta para detectar los fallos. Compara tu explicación con la fuente para ver donde patinas. Vuelve a la explicación y corrige tus errores.
Simplifica y organiza. Sigue refinando tu explicación. Busca historias, metáforas y ejemplos que hagan la idea más accesible.
Comparte (opcional). En lugar de guardarte las ideas, lánzalas ahí fuera. El propio Feynman fue profesor de Física de la Universidad de Cornell. Durante estos años, la calidad de las explicaciones que compartió le granjearon el apodo de El Gran Explicador.
«Cuando uno enseña, dos aprenden». La frase del novelista Robert Heinlein captura las enormes ventajas del último paso. A mi me ha dicho un amigo que aprender explicando es adictivo.
Sergio-.
Este domingo, en La Membresía, las ideas del libro Cómo aprendemos, de Héctor Ruiz. Además de entender la evidencia científica detrás de la técnica de Feynman, comprenderás cómo funciona la memoria y qué estrategias son las más efectivas a la hora de aprender. Un libro imprescindible para cualquier eterno aprendiz.
Me ha encantado a mi también esta edición, Sergio!! Doy clases de psicología de la educación a los alumnos de primero de magisterio sobre el proceso enseñanza-aprendizaje: qué es aprendizaje y cómo aprendemos los seres humanos según los distintos tipos de paradigmas del aprendizaje... Bueno, pues ahora gracias a tu post creo que he aplicado técnica de Feynman para explicarles cómo aprendemos "según el construccionismo social de Vygotsky", a través de la metáfora de un pícnic (qué llevamos al picnic cada quien, intercambio de comida y digestión individual).
Si sientes curiosidad, lo adapté contexto emprendedor y lo publiqué en mi psicoletter del emprendimeinto😊 No deja linkear ediciones aquí, pero tiene el título de #4 "💡😌 Hoy nos vamos de pícnic emprendedor (con Vygotsky) y te explico cómo aprendes".
Definitivamente, uno enseña y mínimo dos aprenden. GRACIAS😊
Magnífico, Sergio, creo que es un ejercicio esencial, válido para muchos campos del conocimiento. A veces da gusto comprobar, que practicamos algunos hábitos que han tenido personas brillantes; siempre encuentro un punto de mejora!